El humano en su
naturaleza mantiene un lazo con su alrededor, un lazo afectivo que lo acerca
por medio de la identificación; Morín habla de una etapa llamada antropomorfismo,
esta etapa es en la que asignamos a las cosas materiales y a los seres vivos caracteres
propiamente humanos. El cine más tarde jugaría con esta cuestión en la llamada Proyección-identificación,
en donde el humano empieza a identificarse primariamente con luces y sombras
propiamente del cinematógrafo; una subjetividad que el espectador objetiva según
Morín, de forma más compleja, el espectador después de a ver identificado
formas en las luces del cinematógrafo, se vuelve a identificar pero ahora de
manera más emocional, puesto que el cine aborda situaciones que absorbe de la
vida cotidiana, cuestiones como la tristeza y el amor. Morín, mantiene que el cinematógrafo
es el espectáculo por excelencia, no hay interrupciones, ni modificaciones en
su trayectoria, por lo cual suscita a cierta inquietud al espectador por no
poder tener el control por sobre lo que está aconteciendo frente sus ojos, las
emociones se potencializan. Otra manera que Morían expone sobre la manera de proyección
para el espectador con el cinematógrafo, es la necesidad de reconocerse en una
imagen, esta es la forma en que Lumiere atrae a su público, filmándolas para
que ellas mismas opten por ir a verse. En la actualidad el cine sigue
funcionando con estas tendencias por la proyección-identificación, así mismo
cuestiones abusan de esta debilidad del humano así como la publicidad y la
mercadotecnia, involucran al espectador, por medio de la identificación de
forma que resulte atractiva.
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